REFLEXIÓN - EL BUEN CAMPESINO


EL BUEN CAMPESINO


A lomos de su burro, Isidoro, un joven campesino, bajaba de la montaña hacia el pueblo, cuando encontró a Julián, su vecino, tirado sobre un charco de sangre, muy malherido a machetazos.  Era un hombre malo que durante mucho tiempo había hostigado a la gente de la zona, incluido Isidoro.  Pero a Isidoro no le importó lo mal que se había portado con él, dejó su machete en el suelo y aunque se ensuciaba de sangre y tierra, hizo lo necesario para poner sobre la cabalgadura el cuerpo exangüe del malviviente.

Cuando llegó al pueblo, el médico comprobó que Julián estaba muerto, se había desangrado tanto que nada pudo hacerse.  Y al ver al muchacho con la ropa y el machete manchados de sangre, sospechó que él había sido el asesino y lo acusó.

Llevado ante el juez, las aparentes evidencias lo inculparon y terminaron por sentenciarlo a la máxima pena.  Aunque Isidoro siempre sostuvo su inocencia, en el juzgador pesaron más las referencias que hicieron quienes conocían las desavenencias entre el muchacho y Julián, y de la actitud bravucona de éste respecto a aquél, así que el campesino fue a pagar una deuda que no había contraído.

Menos de un año después, el verdadero homicida confesó: había matado a Julián por un mal reparto en un robo que ambos cometieran en una ciudad cercana.  El juez tuvo que liberar a Isidoro; pero el mal ya estaba hecho, nadie miraba bien al campesino, no le daban trabajo y tuvo que abandonar el campo para sobrevivir en la ciudad.

Una noche, caminando por el centro citadino con rumbo hacia uno de los paupérrimos barrios periféricos donde vivía, Isidoro vio como asaltaban y herían a balazos a un hombre mayor.  Los delincuentes huyeron y dejaron botado el cuerpo de su víctima.  El que fuera incauto campesino convertido ya en un hombre maduro curtido en la ciudad, prestó ayuda al anciano.  Lo llevó al hospital y esperó a que le dieran la atención debida, sin importarle que los policías lo rondaran, sospechando de él.  Su acción oportuna le salvó la vida al viejo.

Una vez que la atención de emergencia estabilizó el estado de la víctima, les dijo a los agentes del orden que el hombre del que sospechaban más bien era su salvador.  Y pidió llamarlo para agradecerle.  Cuando lo tuvo junto a él, mirándolo lo reconoció:

_ ¡Pero si tú eres el campesino aquel que condené por equivocación!  ¡Perdóname, buen hombre, y gracias por salvar mi vida! ¡Te recompensaré!_

_ No tengo nada que perdonarle, quien perdona es Dios.  Y no me agradezca, aunque lo reconocí desde el momento en que lo asaltaban, hice lo que me mandó mi consciencia.  Guárdese la recompensa._, dijo Isidoro, y se marchó.-


 REFLEXIÓN

La actitud humanitaria de Isidoro es un ejemplo de vida, siempre actuó movido por los más sanos sentimientos de solidaridad con el prójimo necesitado de ayuda.  No le interesaron las recompensas ni lo detuvo el temor de una nueva inculpación equivocada.

PENSAMIENTOS

*         La arrogancia es pensar que el mundo nos debe algo.
*         Hazle un bien al que te hizo un mal, con ese gesto se arrepiente o se condena.
*         No hay fatiga para el que hace el bien.